Historias de San Luis: Aleluya
Lo correcto es decir Instituto Privado Aleluya, pero en la simplificación de nombres es simplemente Aleluya.
Así lo recuerdan miles de familias desde que fue creado como colegio católico público de gestión privada. Ha sido y es formador de miles de mujeres.
Desde el año 2020 es mixto.
Vale la aclaración que aún no hay egresados varones ni en el nivel primario y tampoco en el secundario.
Aleluya nació en el año 1959 y sus profesoras fundadoras fueron Rosa The Di Sisto, Yolanda Rigau, Clara Susana Laborda, Lydia Lemme (quien acompañó el primer año de la fundación), María Elvira Tula y Judith Lépori de Abdala, esta última desde 1960.
Las nombradas conformaron la Asociación Cultural Aleluya, de quien depende hasta la actualidad el Colegio.
El 16 de marzo de 1959, el Instituto inició sus actividades bajo la dirección de una de las fundadoras, la Prof. Rosa The Di Sisto. La propuesta educativa original incluía el Nivel Primario completo y el Nivel Secundario y se egresaba con el título de Maestra Normal Nacional, lo que ocurrió desde 1963 hasta 1969.
Desde 1970 la política educativa nacional cambia de rumbo y las egresadas reciben el título de Bachiller Pedagógico.
En 1971 se inicia el Nivel Terciario y el Instituto fue autorizado para formar también profesores de Nivel Elemental, situación que se extendió hasta 1973.
En esos años, la primera rectora, Rosa The Di Sisto, fue reemplazada por la profesora Sonia Stengel perteneciente a la Asociación Argentina de Cultura, quien fue sucedida por la profesora Elsa Andrada perteneciente a la misma Asociación.
Desde 1979 con la dirección de la profesora fundadora, Yolanda T. Rigau, Aleluya tiene un sostenido crecimiento en infraestructura, cantidad de alumnas, profesores y profesoras y acciones de servicio a la comunidad, que se han sostenido en el tiempo.
Debemos citar en esa etapa a la profesora María Josefina P.de Jardel quien asume como Regente del nivel primario.
Este nivel primario fue designado como de primera categoría y por lo tanto tuvo que designarse una vice regente y una secretaria, cargos que fueron ocupados por Rosa de la Iglesia y Adelaida S. de Crespo.
Hay muchos nombres en la historia del Instituto Aleluya, además de los citados. Todos importantes y trascendentes en la historia de la institución.
Susana Laborda, Susana del Carmen Galbiati, Leticia del Carmen Maqueda, Marta Barbeito de Cacace, Estela García de Espósito, Ana Cecilia Tula de Pérez Pinto, Patricia Babelis de Redolfi, María Luján Montiveros de García, Ana María del Cerro de Cortés, María Celeste Giunta de Mestre, Marta Ganón, Cecilia Semino, Cecilia Aparo, Natalia Nuñez, Analía Martínez de Gamba, Rosa Olivera y María Soledad Vergés de Roveda.
Las nombradas han ocupado distintos cargos directivos y seguramente he omitido algunas personas.
Pero lo que siempre hay que recordar son las maestras, maestros, profesoras, profesores, personal en general de todas las áreas, que con su trabajo desde 1959 han sostenido y mantienen el prestigio de esta institución. Sin ellos y ellas nada hubiera sido posible.
Hay un lazo mágico que he podido observar en la comunidad educativa, y es que las egresadas y sus familias, en muchos casos y a lo largo del tiempo, siguen ligadas a la institución.
Y de alguna forma están expectantes cuando se viene el armado del “Gran Muñeco”, que después de pasearse por la ciudad se quema en el Fogón de San Pedro y San Pablo, que es una marca registrada de Aleluya.
La presencia también en la misa y cena de festejo del Colegio en la Octava de Pascua, el Vía Crucis y otras convocatorias.
“Son 62 años innovando educativamente para nunca perder de vista la excelencia académica y los vínculos de respeto y amistad”, enfatizan sus directivos.
He sido parte de la comunidad de Aleluya como Papá, participando activamente en actos, celebraciones y por supuesto en el Fogón.
Y me han distinguido en el correr de los años con seguirme convocando a participar, pese a que mis dos hijas mayores ya eran egresadas.
Es como que nunca te vas. Y a mí eso me gusta. Y a muchos otros padres y madres y egresadas también.
Es ese lazo mágico que trataba de describir y que seguramente existe en la mayoría de los colegios donde la pertenencia de la comunidad educativa sigue latente.
Eso es muy bueno. Y es lo que queda para siempre.